Corría la mitad del siglo XX y los deportistas de todo el mundo estaban seguros de que era humanamente imposible correr una milla (1609 metros) en menos de cuatro minutos.
Todos los registros que existían hasta entonces sobre pruebas de atletismo coincidían en un mismo resultado: los mejores corredores de una milla se tomaban un poco más de cuatro
minutos para completarla.
Sin embargo, un atleta británico llamado Roger Bannister estaba férreamente convencido de que sí era posible romper esa barrera. Creía que esos cuatro minutos eran nada más que un «número redondo», que formaba parte de todo un mito alrededor de semejante prueba, promovido por los periodistas y comentaristas deportivos.
Su convicción era tal que lo llevó a evaluar distintas estrategias para correr, y se puso a practicar diferentes patrones de movimiento durante meses para batir el récord.
Finalmente, en 1954, Bannister se convirtió en el primer hombre en correr una milla en menos de cuatro minutos.
Pero ahí no termina la historia. ¿Qué pasó a continuación?
Los mejores corredores del mundo también comenzaron a batir el récord. Sin siquiera cambiar sus patrones de movimiento
Tan solo cambiaron sus creencias, sus modelos de realidad, y con eso desarticularon el «por-
qué» de no-animarse. Por supuesto que un cambio de creencias no alcanza para llegar a un objetivo: deben hacerse presentes un esfuerzo eficaz y una conducta bien dirigida
Pero en esta pequeña historia podemos ser testigos de cómo la confianza en uno mismo puede promover resultados antes vistos como imposibles.
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