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Foto del escritorFlorencia Rapaport

7 pasos para transformar un grupo en un equipo:





Por Florencia Rapaport

@flordepower


¿Cómo podemos trazar un puente entre las inquietudes propias y las del equipo? ¿Cómo influye la cohesión del equipo dentro de la cancha? ¿Cómo es la relación de los integrantes del equipo fuera de la cancha?


Sintéticamente, las diferencias principales entre un grupo y un equipo tienen que ver con la prioridad que se le da a los intereses individuales versus los grupales; si la confianza es un factor accesorio o fundamental; y si los resultados son fruto de la suma de acciones individuales o de la cooperación de todos sus miembros.


A continuación, propongo siete reflexiones relacionadas con estas preguntas. Más allá de las diferencias que existen entre hablar de un grupo y de un equipo, me interesa pensar en el proceso necesario para transformar el primero en el segundo.





1) Espíritu de equipo y sentimiento de tribu:



Cuentan Héctor García y Francesc Miralles que en el pueblo Okinawa reside la población más longeva del mundo (del libro “Ikigai. Los secretos de Japón para una vida larga y feliz”).


Cuando les preguntaron a estos ancianos qué era lo que les generaba ganas de vivir, su respuesta fue que, entre otros factores, todos tenían una asociación de vecinos en la que se sentían queridos como parte de una familia.


Entre todos celebran mucho, aún las pequeñas cosas. El canto, el baile y la música son parte de su día a día. El espíritu de cooperación mutua (yui-maru) está firmemente arraigado dentro de su corazón.


Otra reflexión que hicieron es que tienen una misión, una razón por la cual levantarse a la mañana. Disfrutan tanto de lo que hacen que no existe el concepto que tenemos en la cultura occidental de jubilación, relacionado con dejar de trabajar por obligación para empezar a disfrutar. Otra particularidad es que siempre están haciendo algo: conversando, compartiendo, trabajando, jugando, incluso haciendo alguna actividad física.


Ese sentimiento de pertenencia y de ayuda mutua les da seguridad y contribuye a prolongar la esperanza de vida.


Dan Buettner compartió en la charla TED llamada “Cómo vivir para llegar a los 100 años” la fórmula. En esa charla, la conclusión es que las personas que llegan a esa edad, conscientemente se rodearon de las personas adecuadas y conformaron la tribu adecuada.


Por otro lado, Robert Waldinger compartió en su charla “ Thegoodwife” (La buena vida) que “lo que nos mantiene felices y saludables a las personas son las buenas relaciones”, basado en una investigación que dirigió en la Universidad de Harvard.


Y desde mi mirada, para construir y sostener vínculos sanos muchas veces necesitamos tener conversaciones difíciles. O sea, poder exponer genuinamente lo que sentimos, pensamos o queremos, mostrando nuestra vulnerabilidad, con el riesgo de que el resto lo rechace. Cuanto más nos importe el equipo, probablemente sintamos mayor riesgo a perder un espacio y relaciones valiosas. Gracias a la confianza, esas conversaciones difíciles permiten afianzar más al equipo y lograr mayor conexión entre quienes lo integran.


Considero que rodearnos de vínculos que nos nutren nos permite satisfacer ciertas necesidades fundamentales y así poder enfocarnos en desplegar nuestra pasión.


Me parece fundamental como coaches deportivos detenernos a sembrar en los equipos donde trabajamos el orgullo de sus integrantes de pertenecer, más allá del rol que cumplan individualmente.





2) Construcción de la identidad del equipo:


La identidad es el conjunto de rasgos propios que distinguen a ese equipo y que lo hacen único. Identificar esos rasgos me parece necesario para definir los objetivos que genuinamente quiere lograr el equipo y para poder establecer metas cumplibles y disfrutables.


En este aspecto me parece valioso trabajar el autoconocimiento y fomentar que los integrantes del equipo se conozcan en aspectos que vayan más allá de lo estrictamente deportivo. Es decir, también en relación a otros ámbitos de sus vidas.


Algunas propuestas para que el equipo se haga carne de esa identidad son armar un slogan representativo , ponerle nombre al equipo, pintar una bandera.





3) Sensación de aporte individual a lo colectivo:


Que cada integrante del equipo se considere importante es fundamental para que sienta pertenencia. Al comprender el aporte que tiene su rol, las acciones que ese jugador desarrolle van a ser comprometidas. De lo contrario, su participación será más a modo de “cumplir” con lo mínimo indispensable o, tal vez, ni siquiera eso.


Esta circunstancia genera un doble problema: un integrante que no cumple su rol y, además, el efecto desmotivador que se puede contagiar al estado de ánimo del equipo.


¿Cómo generar esa sensación de aporte en quienes creen que su rol no es tenido en cuenta?


Visibilizándolo. Nombrando el valor que tiene su aporte en los momentos en que se pueda. O sea, reconociéndolo.


Una buena manera de entrenar este empoderamiento colectivo es realizar actividades en donde los roles no sean los mismos que tienen a diario en el equipo. El diseño de una actividad sin roles, en donde todos tengan la misma jerarquía, permite que el equipo se conozca desde otro lugar y se potencie su cohesión.


Me parece interesante tener en cuenta que lo que no se mide no se mejora. Por lo tanto, antes y después de la actividad les haría a los jugadores algunas de las siguientes preguntas:


Del 1 (poco) al 5 (mucho):


a) ¿Cuán solidarios considerás que son los miembros del equipo con vos?


b) ¿Cuán solidario sos vos con el equipo?


c) ¿Cuán parte del equipo te sentís?


d) ¿Cuán escuchado te sentís?


e) ¿Cuán valorado por el equipo te sentís?


f) ¿Cuán cuidado por el equipo te sentís?


La sensación de pertenencia viene en un “combo” con la confianza y el compromiso.





4) Fortalecimiento de la confianza:



Hay distintos tipos de confianza: la autoconfianza y la confianza propiamente dicha (de uno hacia el equipo y del equipo hacia uno).


Si bien es valioso fortalecer ambas, en lo que hace a transformar un grupo en un equipo entiendo que es esencial solidificar la confianza que se tienen sus integrantes mutuamente, como mecanismo de tracción cuando uno se pincha emocionalmente. La confianza que los demás tienen en uno suele ser potenciadora.


Tener confianza es tener una sensación que circula por la sangre y que nos impulsa a movernos hacia donde deseamos ir. Confiar es no saber lo que sucederá en el futuro y transitar en paz ese no saber, porque se construyeron los cimientos seguros de aquel vínculo o tarea que cada uno se propone fortalecer.


Para robustecer la confianza es fundamental que sus integrantes tengan la capacidad real (sin estar condicionados por el temor, vergüenza, entre otros sentimientos) de debatir ideas, teniendo en cuenta las posibles y diversas formas de trabajar, estilos de personalidad, valores, puntos de vista. También es importante que puedan sentirse libres de equivocarse sin ser juzgados.


¿Cuál es la desventaja de que los miembros de un grupo no confíen en los demás? Puede suceder que, ante la ausencia de confianza, le tengan miedo a un posible conflicto y se genere una armonía artificial, que en realidad oculta la disconformidad y las posibles rutinas defensivas. A su vez, estas situaciones pueden impactar directamente en la desmotivación, la frustración, la presión y, en consecuencia, la disminución del rendimiento de alguna persona que integra el equipo y que se refleje en los resultados del equipo.





5) Objetivo común elegido democráticamente:


Para aquella persona que lee y no me conoce, aclaro que este aspecto del texto lo escribo desde lo observadora que soy y que está integrada por una triple faceta: deportista, coach ontológica y abogada. Sin embargo, mi motivación más profunda sobre esta temática está más relacionada con mi mirada como abogada y por el valor que tiene para mí la democracia.


Por democracia entiendo aquí la forma en la que se toman las decisiones colectivas en cualquier ámbito.


Lo que distingue a una democracia es precisamente la forma en que se delibera para tomar las decisiones que influyen a todas las personas que integran ese equipo.


Deliberar significa analizar detenida y reflexivamente los motivos a favor y en contra de aquello sobre lo que se está queriendo tomar una decisión, antes de tomarla.


Desde mi mirada, las decisiones tomadas democráticamente tienen mayor legitimidad porque no son efecto de la imposición de algunas personas, sino que se las trata a todas con igual consideración.


Otra característica que hace legítima y valiosa esta forma de tomar decisiones tiene que ver con la inclusión de las distintas voces. No solamente para que sean escuchadas, sino, además, por el aporte enriquecedor que puede generar la diversidad de opiniones sobre un mismo tema.


Conversar permite que las decisiones que se toman, integren las necesidades y deseos individuales.


Al escuchar esas miradas individuales sobre cuál debería ser el objetivo grupal, sus integrantes lo internalizan como propio y se comprometen a alcanzarlo, dando lo mejor de sí mismos.


A su vez, esto les permite alinear expectativas y evita posibles rutinas defensivas, generando un espacio para poder expresar lo que cada quien siente y piensa.


Ese es, para mí, el valor de fijar reglas claras.





6) Solidificación del compromiso de cada integrante con el equipo:


La palabra “compromiso” la asocio a un acuerdo que se establece para ser cumplido. Ese acuerdo es, de algún modo, una promesa de acciones futuras.


Una promesa es una declaración y, por lo tanto, al expresarla tomamos decisiones que van a abrir posibilidades en el mundo y generar nuevos contextos.


Al comprometernos estamos declarando que, en el futuro, vamos a actuar del modo en que estamos eligiendo en el presente. Por esta razón, el compromiso y la confianza son 2 caras de la misma moneda que nos permiten vivir con menos incertidumbre el futuro.


La falta de compromiso influye directamente en la capacidad de cada integrante para tomar decisiones de manera efectiva para lograr el objetivo grupal.


Para que una promesa se cumpla y que sus integrantes se sientan satisfechos necesitamos llegar a un acuerdo que tenga en cuenta las inquietudes compartidas.


Por lo tanto, un equipo será aquel que defina democráticamente sus objetivos, confíe en sus miembros para alcanzarlos y se comprometa en actuar coherentemente con aquello que declaró.





7) Cultivo de la humildad y la generosidad:

Jugué al voley desde muy chiquita y aprendí que, por más que yo me enojara con mi compañera por fallar, también me perjudicaba yo misma. Si alguna no tenía un buen día y yo me enojaba, los problemas eran dos: mi falta de atención al juego por estar destinando energía a mi enojo y la dificultad de mi compañera.


A partir de ese aprendizaje, me convertí en una persona motivadora. No importaba lo que mis compañeras hicieran, yo las iba a apoyar para la jugada que seguía. En el voley los puntos no dependen directamente de la armadora, que era mi función. Yo tenía claro que, si quería ganar, todas teníamos que estar alineadas.


Cuando tenía 14 años integraba un equipo de voley federado y era la capitana.

Un día el entrenamiento fue particularmente malo. Las cosas no salían. Por mi rol, tenía que resolver con mi juego los problemas de recepción que estaba habiendo para que las atacantes tuvieran la mejor pelota posible para hacer el punto.


Mis compañeras no solo estaban entrenando mal, sino que, además, el estado de ánimo del equipo estaba por el piso.


Cuando elongábamos al final del entrenamiento, me confesaron que se habían complotado en mi contra para hacerme una joda. En esa época en el programa de Marcelo Tinelli hacían las bromas llamadas “el peor día de tu vida” y ellas se habían inspirado para grabar “el peor entrenamiento de mi vida” y pasar el video en mi fiesta de 15.

Lo gracioso de la anécdota es que no lograron hacerme “calentar”.


Esta historia tiene varias miradas posibles: por un lado, la buena onda que había en el equipo y la predisposición de la entrenadora para compartir un momento que resultó gracioso. Y, además, la importancia de entender que nadie es perfecto, que todos nos podemos equivocar y que, si todos queremos llegar al mismo puerto, tenemos que remar para el mismo lado.






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